‘‘ La mano en el azadón’’

VOZ 1: Se levantaba tempranito en la mañana
y preparaba su café frente al fogón,
se echaba encima
un sombrero de yarey,
la acompañaba como siempre el azadón.

Con su cantar
sentía más corto el camino
y la llegada al verde cañaveral
y suspirando empuñando el azadón
la viejecita comenzaba a desherbar.

Ay, Dios,
he mirado al cielo
y rogaba que no llueva,
que no haga viento y menos como el de ayer.
Es tan floja y muy vieja mi casita
y si llueve otra vez se va a caer.

Y en ese ritmo los años fueron pasando,
me hice estudiante y hasta medio militar,
me sentí hombre y me puse a trabajar
como cantante de música popular y cobré,
y un día llegué con cien pesos en la mano
y me pidió que le comprara un fogón,
la complací ante todos mis hermanos
y le pedí que dejara el azadón.

Ya no es de guano
la casita en que vivía,
ahora es feliz,
ya tiene televisión
y me repite
la viejita cada día,
que quiera y cuide lo que tengo
con amor,
y me repite, una, dos y tres la viejita cada día
que quiera y cuide lo que tengo
con amor.

Oye mi canto,
oye mi canto,
oye mi canto, mamá,
oye mi cantar.

CORO: Oye mi canto,
oye mi canto,
oye mi canto, mamá,
oye mi cantar.

VOZ 1: Esta canción tan bonita, Sixta,
la compuse para ti,
pero yo sé que con ella no voy a pagarte
lo que tú hiciste por mí.

CORO: Oye mi canto,
VOZ 1: Qué bonito, oye, mamá
CORO: Oye mi canto,
VOZ 1: Solo para ti, no más.
CORO: Oye mi canto, mamá,
oye mi cantar.

VOZ 1: Y vamos a caminar ahora.

CORO: No sé si decirle usted,
no sé si llamarte, tú,
pero quiero para ti
salud, salud, salud.

VOZ 1: Pero que mira libre de todo lo malo,
como siempre quiero verte
cada nuevo aniversario
llena de vida, más fuerte.

CORO: No sé si decirle usted,
no sé si llamarte tú,
pero quiero para ti
salud, salud, salud.

CORO: Salud, salud, salud.

VOZ 1: Se te quiere mucho, mi vieja.

CORO: Salud, salud, salud.
(…)